jueves, 28 de enero de 2010

- Siguen la angustia y la impotencia. Aumentan las limitaciones

Sin capacidad para tomar decisiones transcurrían despacio los días. El deterioro de la memoria, el cansancio a todas horas, la angustia que no cesaba, el sueño que viene y va sin control alguno, la ineludible necesidad de no ver ni oír a nadie, la rigidez cada vez más insoportable, la incapacidad para escribir –ni a mano, ni en el ordenador–, incapacidad para poder mantener una conversación –las palabras no vienen, no surgen, se esconden–, ¡incapacidad para tantas cosas! Las limitaciones físicas e intelectuales van en aumento. Y la ansiedad constante, los cambios de humor, las reacciones incontroladas, los sentimientos de culpa…

La situación se hizo insostenible. Los neurólogos que me han visto me hablan claro: Lo único que se puede hacer es tratar de paliar los síntomas. Aparte de en la clínica, en gran medida hay que apoyarse en la estadística. A usted, por el tiempo que lleva diagnosticado le corresponde comenzar ya a tomar L-dopa

O sea, que la única salida era atiborrarme de drogas, con lo cual tendría cierto bienestar un tiempo y efectos secundarios siempre, mientras colaboraría a que las farmacéuticas se llenaran, aún más, los bolsillos.

Toqué fondo. Ya llevaba así más de dos años. Tenía que tomar una decisión. Aunque me equivocara tenía que hacer algo. Sumido en la más absoluta angustia, a principios de julio de 2009, una mañana, recordando que un año antes había enviado mi historial a Valencia, a la clínica del doctor Ulrich Werth, me atreví a marcar el 963 51 66 80. –Sí; buenos días. Werth Parkinson Center; le atiende María José.

CONTINUARÁ...

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