domingo, 20 de septiembre de 2009

- Un poco de historia: hasta principios del 2009

Después del, al menos frustrante, encuentro con la doctora Bayés, volví a encerrarme en el entorno de mi isla y, para asomarme al mundo, navegaba largas noches por Internet, intentando buscar explicaciones a mi cansancio permanente, a la sequedad de una boca pastosa que me impedía articular bien las palabras, a los episodios de sueño súbito que, de forma incontrolable, me asaltaban a cualquier hora y en cualquier lugar. Respuesta: Trastorno degenerativo, idiopático y lentamente progresivo del SNC caracterizado, en principio, por disminución y lentitud de los movimientos, rigidez muscular, temblor de reposo e inestabilidad postural. ¡En principio!... Enfermedad degenerativa que no tiene curación…

Siempre la misma explicación. Igual para el temblor de mi mano y pie derecho, que hacía que tomar sopa fuera un martirio y que el viaje de la cuchara a la boca fuera interminable. Igual para la rigidez progresiva, para la pérdida de memoria inmediata (el Akinetón), para la angustiosa situación de buscar palabras y no encontrarlas, para la ansiedad y el comer de forma compulsiva, para la incapacidad de tomar decisiones –aunque se tratara de algo sin la más mínima importancia–, para el lamentable estado de ánimo que me hacía llorar y patalear de rabia, de impotencia, de miedo, y que eliminaba las ganas de relacionarme con el mundo, todo esto sumado, a un gran peso en los hombros que me hacía reptar más que caminar … “No tiene curación”.

Primero, antes del diagnóstico, Sumial, Aremis, Akinetón; después de un examen de medicina nuclear llamado DaTSCAND (que confirmó la degeneración celular) vino el Mirapexín, el Azilect y más tarde la receta de mi neurólogo prescribiendo Ldopa, que nunca he llegado a comprar.

Sigo manteniendo los mismos síntomas.

En mis andanzas por Internet encuentro todo tipo de cantos de sirena, de embaucadores de tres al cuarto, de pastillas milagro…

Corría ya el año 2009 y desde hacía unos tres me había llamado la atención un médico alemán radicado en Valencia. Se trataba del doctor Ulrich Werth y su terapia de la Aguja Permanente.

Volvía a su web, WERTH Parkinson-Center, una y otra vez: allí parecía haber un poco de luz. Por lo menos no se partía de la hipótesis de que no se podía hacer nada.

¿Y si probaba? ¿Y si realmente era cierto lo que contaban?

A pesar de llevar visitando la web cerca de tres años, y de que el doctor Werth y su equipo ya eran “viejos conocidos” seguía indagando.

CONTINUARÁ…

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